A pesar de los duros coletazos provocados por la pandemia del coronavirus, la inversión en centros residenciales sigue creciendo por la alta demanda de cuidados geriátricos profesionales y las buenas perspectivas demográficas.
Los centros geriátricos (ya nos refiramos a ellos como “residencias de tercera edad”, “residencias de ancianos”, “residencias de personas mayores” o geriátricas) se han convertido en los últimos años en una de las inversiones con rentabilidades más seguras y recurrentes para aquellos que cuentan con conocimientos del sector geriátrico y que entienden que, si se ofrece un servicio de calidad con un modelo económico solvente, las expectativas de éxito son muy altas. Sin embargo, nadie podía esperarse que la extensión de una pandemia por todo el mundo pudiera ser tan sumamente perjudicial para las personas mayores, especialmente las que viven en residencias. Por ejemplo, se estima que, en el Reino Unido, durante la primera veintena del mes de abril de 2020 se estima que fallecieron más de cinco mil personas en centros de mayores; en España, a abril de 2021 eran más de treinta mil, una cifra espeluznante y desoladora, pero que podría haber sido mucho más alta si tanto el personal residencial como el médico y los residentes no hubiesen tomado medidas tan restrictivas y la vacunación no hubiese llegado en menos de un año desde la declaración de los primeros casos.
El interés por la compra de residencias no ha desaparecido durante la pandemia aunque sí se ha reducido el número de operaciones y se han parado algunos proyectos de construcción que estaban en marcha.
Aunque todavía se sigue investigando sobre qué fue lo que ocasionó que en unas residencias geriátricas hubiera muchos más fallecimientos que en otras, existe un cierto consenso en que el tipo de edificaciones, la distribución de las estancias grupales e individuales y otros muchos elementos fueron factores clave.
Lamentablemente poquísimos centros residenciales estaban preparados para algo tan inesperado y para lo que no habían sido diseñados por lo que no pudieron reaccionar tan rápido como se hubiese pretendido ante el letal coronavirus; sin embargo, la actuación de los empresarios del sector, que afrontaron gastos que no les correspondían, del personal sanitario y de los cuidadores profesionales resultó esencial para preservar a los sanos y ayudar a las personas mayores contagiadas, aunque eso supusiera hacerlo con varias mascarillas, equipos de protección individual así como sacrificios personales y económicos.
Sin embargo, esta pesadilla que hace poco ha cumplido un año desde que fue decretada pandemia pierde la batalla día a día, gracias a las distintas vacunas que las autoridades consideraron de manera acertada que debían inocular en cuanto las autoridades sanitarias lo permitieran a los mayores que viven en los centros residenciales. Los datos actuales nos sorprenden: donde antes se producían numerosos casos, hoy apenas se registran algunos de forma inocua y puntuales.
Durante la pandemia las residencias de la tercera edad pusieron en marcha algunas de las estrategias que fueron esenciales para evitar y reducir los efectos negativos de los brotes. Algunas residencias incluso tomaron medidas antes de que las autoridades las estableciesen.
Sin embargo, a pesar de que no todas las residencias contaban con los mismos protocolos ni con la misma ratio de contagiados todas hicieron lo máximo posible para preservar de forma digna la vida de sus usuarios. Sobre esta cuestión, los expertos geriatras están de acuerdo: es fundamental revisar concienzudamente los protocolos para que situaciones como las vividas no ocurran de improviso. ¿Como? Tomando medidas como aumentar la plantilla de trabajadores, acordando actuaciones con las Administraciones locales, municipales y centrales o renovando por completo los centros que planteen deficiencias.
A pesar de que, objetivamente las residencias geriátricas hicieron más de lo que se les podía exigir legalmente, el elevado número de fallecimiento y el escaso apoyo público por parte de administraciones y medios de comunicación ha generado desconfianza hacia las residencias y un cierto miedo a ingresar en las mismas. Una situación que se ha ido revertiendo a partir del momento en que las vacunas han hecho efecto, pero que ha dejado una herida que tardará un tiempo en cicatrizar.
El cambio de tendencia hacia una nueva normalidad en que las ocupaciones vuelvan a serlas normales., y a pesar de las pérdidas económicas de 2020, los fondos de inversión y los empresarios particulares apuestan por invertir en los cuidados geriátricos, en nuevos centros o en la compra de residencias existentes, donde no quepa resquicio de la idea de que los centros residenciales son lugares sombríos, deprimentes o que necesariamente van de la mano del aislamiento.
La tendencia demográfica (pasaremos del 20% de personas de más de 65 años sobre el total de la población al 33% en veinticinco años) y la mayor importancia que se da a la atención a la dependencia hace que el interés por el sector de las residencias geriátricas haya sufrido sólo un bache.
Algunos propietarios de residencias geriátricas que llevan años gestionándolas se plantean, tras haber pasado el duro 2020 vender la residencia o traspasar la actividad, no por la necesidad de salir de un mal negocio sino por las ansias de cambio, una vez superado un año que ha sido muy duro a nivel personal y profesioNal.
Los propietarios de centros de nueva planta o que están siendo remodelados son conscientes de la filosofía que debe fijarse. Por ejemplo, expertos del ámbito de la ingeniería consideran que los nuevos centros que la sociedad ya está demandando serán cada vez más personalizados, con un número de plazas reducido, o distribuidos en unidades de convivencia, que permita a los profesionales ofrecer una asistencia geriátrica individualizada, y donde puedan sentirse igual de cómodos como se encontrarían en sus domicilios particulares; eso sí, de la mano de profesionales tan implicados con la salud del usuario como hoy.
Vemos pues que, si se encuentra un equilibrio entre modelo de atención y viabilidad económica sigue siendo un buen momento para invertir en la construcción, compra o traspaso de una residencia de mayores. La clave está en disponer de la información y asesoramientos adecuados.
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